Falta de apetito, hinchazón abdominal, dificultad para respirar, letargo, pulso débil, desmayos, encías pálidas y cambios de la frecuencia cardíaca.  

En muchos casos es una enfermedad idiopática. En ocasiones la inflamación del pericardio se debe a tumores, infecciones, traumatismos o enfermedades autoinmunes.

Tras efectuar un examen físico, el veterinario realizará pruebas rutinarias de laboratorio que incluye un perfil químico de la sangre, un conteo sanguíneo completo, un análisis de orina y un panel de electrolitos. Asimismo, se complementará el diagnóstico con radiografía torácica y ecocardiograma para análisis visual preciso. Igualmente se realizará un electrocardiograma para registrar la actividad muscular eléctrica del corazón y, si es necesario, se podrá hacer un cateterismo cardíaco. 

Si se detectar un derrame pericárdico, el veterinario también podría tomar muestras del líquido. 

El tratamiento dependerá de la causa que haya provocado la pericarditis. Si hay un crecimiento anormal cancerígeno del tejido cardíaco, se tratará con quimioterapia. Si se encuentra una infección bacteriana se tratará con los antibióticos adecuados. Y si fuera necesario quitar parte del pericardio, se procedería a una intervención quirúrgica para su extirpación.

Esta afección puede volver a repetirse aun después de haber recibido terapia. Ante cualquier reaparición de los síntomas, habría que acudir al veterinario.