En la mayoría de los casos es necesaria la hospitalización. Se diseñará una dieta especial junto con oxigenoterapia y terapia de líquidos con electrolitos y suplementos vitamínicos. En los tratamientos se procurará disminuir la concentración plasmática de amoníaco: se recomienda disminuir el nivel de proteínas en la dieta y también el uso de fármacos que provoquen una disminución del paso de amoníaco a la sangre como los disacáridos no absorbibles. El veterinario puede recetar lactulosa para reducir la absorción de amoníaco o antibióticos como el metronidazol, la neomicina o la amoxicilina que reducen las bacterias productoras de amoníaco del organismo.
El perro debe tener reposo absoluto, alejado de cualquier perturbación y abrigado durante su recuperación. En algunos casos requerirá de alimentación por sonda. El veterinario para ayudar en la recuperación también puede recetar anticonvulsivos o suplementos para mejorar la función hepática.
Si el problema es de origen congénito, la mejor opción para resolver la afección es la cirugía.
El veterinario programará citas de seguimiento para su perro de acuerdo con el estado de enfermedad subyacente. Si su mascota empieza a perder peso o a empeora, acuda inmediatamente al médico.