El primer signo de una obstrucción urinaria es el esfuerzo para orinar. Esto puede parecer estreñimiento, ya que el gato puede verse yendo a la bandeja de arena más a menudo y encorvándose de dolor. Debido al paso anormal de la orina, el chorro o flujo de orina se interrumpirá y puede parecer turbio. Si se observa orina, puede aparecer oscura o con un tinte sanguinolento.

El dolor que se produce hace que muchos gatos griten y dejen de comer y se depriman. También pueden producirse vómitos o arcadas. Si el gato no recibe tratamiento médico, puede desarrollarse una insuficiencia renal, que puede poner en peligro la vida en los tres días siguientes a los síntomas.

Pueden provocar una obstrucción los tumores, lesiones de tejido, los cálculos, las enfermedades urinarias y las enfermedades de próstata.

El veterinario si sospecha que puede haber alguna obstrucción, primero realizará una exploración del abdomen del gato. 

Para confirmar el diagnóstico será importante analizar los resultados de un análisis de sangre. Si el tracto urinario está obstruido, provocará una insuficiencia renal aguda porque no podrá eliminarse la urea y los productos de desecho por la orina y provocará un aumento de potasio y desechos en la sangre.

Las pruebas de imagen (radiografías y ecografías) serán muy útiles para determinar dónde está y qué provoca la obstrucción.

Lo importante es eliminar cuanto antes la obstrucción. Lo más habitual es usar una terapia de fluidos que ayude a desbloquear o un masaje uretral. En muchas ocasiones será recomendable sedar al gato.

En paralelo, también será necesario rehidratar al gato y reequilibrar sus niveles de electrolitos.

Finalmente, en algunos casos también será necesario recetar medicamentos contra el dolor.

Una vez solucionado el problema, habrá que controlar la cantidad de orina porque puede repetirse el problema. Para reducir las posibilidades de posibles recaídas será importante que el gato beba mucho y probablemente cambiar de dieta para reducir la producción de cristales o cálculos.