Una vez diagnosticado este trastorno lo más habitual es que se active un protocolo de actuación rápida que requerirá de la hospitalización de los canes para que reciban el tratamiento rápidamente.
Una vez estabilizada su actividad cardiovascular, se procederá a realizar una descompresión gástrica a través de una intubación orogástrica. Dicho proceso consiste en introducir un tubo en la boca del perro hasta su estómago. Una vez que estos procesos se completan y el paciente se estabiliza, se pueden tomar medidas quirúrgicas para devolver los órganos internos (como el estómago y el bazo) a sus posiciones normales. Si se ha producido daño en algún órgano, también se procederá a la cirugía necesaria. El último paso sería realizar una gastropexia permanente, que evita, asegurando el estómago quirúrgicamente, que el estómago del animal se vuelva a mover o a torsionar, evitando que este doloroso proceso se repita.
El post operatorio requerirá de nuestro perro reposo y uso de analgésicos durante algunos días, pero pronto volverá a ser ese can juguetón y cariñoso.
Si bien se desconocen las causas exactas de GDV, hay una serie de factores de riesgo que se pueden abordar, es decir, evitar el ejercicio extenuante después de comer y beber. Disminuir la tasa de consumo de alimentos también puede ayudar, así como alimentar porciones pequeñas frecuentes, en lugar de porciones más grandes infrecuentes.