Según la gravedad de la condición, el veterinario elegirá el tratamiento más adecuado.
En los casos más leves, normalmente el veterinario optará por un tratamiento conservador lo que consistirá en recetar analgésicos y antiinflamatorios y tratar de solucionar el problema con fisioterapia y con aplicación de calor en la zona afectada con mantas térmicas o lámparas de calor. El veterinario también puede prescribir relajantes musculares.
Y si la hernia afecta gravemente al bienestar del perro o ha fracasado el tratamiento conservador, el veterinario se decantará por una opción más agresiva que consiste en una intervención quirúrgica. En la intervención el veterinario abrirá el canal espinal y retirará cualquier parte del disco que haya entrado.
La intervención quirúrgica es delicada porque pueden quedar dañados los nervios de la zona, pero si no se hiciera la médula podría sufrir daños irreversibles. Aunque la intervención sea un éxito, también será necesaria la fisioterapia y el ejercicio para una buena recuperación.
Las recaídas son frecuentes en los perros con una hernia discal y por ello cuando un perro se recupera es conveniente hacer un buen seguimiento.
Lo más importante es tratar de prevenir el problema y para ello es importante evitar el sobrepeso y hacer ejercicio. Las hernias son más comunes en perros con unas patas cortas y un gran cuerpo.